sábado, 22 de junio de 2013

El juicio del gran trono blanco

“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos”, (Ap.20:11). 

La reunión final de la humanidad con Dios en el día del juicio está grabada de forma indeleble en el corazón del hombre. El reconocimiento de este encuentro final es una de las cosas que distingue al hombre de los animales y parece formar parte de la conciencia humana. Más todavía, tal encuentro con Dios se menciona muchas veces en la Biblia y tiene lugar inmediatamente después del reino milenial, una vez que Cristo haya dominado la última rebelión del hombre y justo antes de que comience la nueva eternidad que Dios ha preparado para aquellos que lo aman y lo aceptan en su corazón.

“Los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios” (Ap.20:12) indica que todos esos “muertos” para con Dios, que viven en el lugar de tormento a donde fueron luego de su muerte terrenal, son resucitados (como se promete en Dn.12:2). Esto ocurre para que se presenten ante Dios, quien los juzgará “según sus obras” (v.12). es evidente que en el cielo existen libros donde están registradas las obras de los hombres y allí estarán hasta este juicio. Los “muertos” que se mencionan aquí son personas que nunca recibieron a Cristo antes de su primera muerte, y que luego del milenio serán resucitadas para presentarse ante Dios. Los libros que contienen sus obras serán abiertos, y ninguna de estas acciones habrá sido borrada por la sangre redentora de Jesús porque dichas personas lo rechazaron mientras vivieron en la tierra. Por tanto, se condenan por sus propias obras.

El que haya distintos niveles de castigo en la eternidad parece ser tanto bíblico como justo. Muchos creen que el motivo por el cual se realiza este juicio en particular es determinar los grados de sufrimiento en el lago de fuego. Es ante este trono que se cumplirá la predicción de (Fil.2:9-11) de que habrá un día en que todo hombre y mujer doblará sus rodillas para adorar a Jesucristo y confesar “que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Si ahora nos arrepentimos y confesamos a Cristo, por supuesto que se nos excluirá de ese juicio y nuestros nombres estarán escritos en el “libro de la vida del Cordero” (Ap.13:8). Esto nos garantiza que nuestros nombres permanecerán en el “libro de la vida”, un libro diferente del que se borrará el nombre de toda persona que muera sin una relación salvadora con Cristo (Ap.3:5). Según (Ap.20:15), luego de una verificación final en este libro de la vida, todo aquel cuyo nombre no aparezca allí será lanzado al lago de fuego.

La grandeza de este trono no estriba en su tamaño ni en la cantidad de culpables sino en la grandeza del Juez que lo preside: el Señor Jesucristo. El color blanco representa su santidad y su pureza, y cuán apropiado es que sea Él quien juzgue a la humanidad (ver Juan 5:22,27-29; 2Tim.4:1). Él es el Verbo eterno (Jn.1:1), que vino a dar vida; una vida libre del poder y la paga del pecado (Lc.19:10; Ro.6:23; He.12:9). Quienes rechacen el regalo ofrecido por el Cordero de Dios, descubrirán que verdaderamente “¡horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (He.10:29-31).

El juicio del gran trono blanco no es para los cristianos. Es solo para aquellos que se niegan a aceptar a Jesucristo durante esta vida en la tierra. Para librarnos de este juicio lo único que tenemos hacer es arrepentirnos y creer en el nombre del Señor Jesucristo e invitarlo a ser nuestro Señor y Salvador.  

Fuente: Biblia de Estudio de Profecía por Tim LaHaye 

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